Sanar o distraerte: ¿qué estás haciendo realmente?

Sanar o distraerte: ¿qué estás haciendo realmente?

Cuando hablamos de “sanar”, muchas veces pensamos en cambios visibles: nuevos proyectos, viajes, amistades, rutinas, hábitos. Y claro, todo eso puede ayudar… pero no siempre significa que estamos sanando.

A veces lo que hacemos no es sanar, sino distraernos del dolor.

Sanar no es lo mismo que callar, olvidar o poner una capa bonita encima de lo que duele.

  • Distraerse es llenar el vacío para no escucharlo.
  • Sanar es mirar de frente ese vacío y aprender a habitarlo hasta transformarlo.

Distraerse se siente bien en el momento: ocupamos la agenda, nos rodeamos de gente, cambiamos de escenario. Pero tarde o temprano, lo que no se resuelve vuelve.

Ejemplos de distracción disfrazada de sanación

  • Cambiar de relación rápidamente y creer que el amor nuevo tapará el duelo.
  • Meterse en mil proyectos para no pensar en la pérdida.
  • Hacer un cambio radical de look o mudanza como si eso borrara el pasado.
  • Buscar validación en redes sociales en lugar de validar lo que sentimos por dentro.

Nada de esto es “malo” en sí mismo. El problema es cuando creemos que eso ya es sanar, y dejamos de mirar lo que realmente nos duele.


¿Cómo se siente sanar de verdad?

Sanar es incómodo. A veces duele más que la herida inicial, porque implica recordar, hablar, llorar, aceptar.
Sanar no siempre es visible desde fuera. No se mide en cambios externos, sino en la capacidad de:

  • mirar atrás sin que te paralice,
  • hablar de lo que pasó sin romperte,
  • vivir el presente sin repetir los mismos patrones.

Sanar no es una línea recta ni algo que se logra de un día para otro. No hay “checklist” que lo garantice. Es un proceso interno, profundo, silencioso, que nadie puede hacer por ti.

Pregúntate:
 Lo que estoy haciendo ahora, ¿me ayuda a sanar o solo me mantiene ocupadx para no sentir?

La diferencia está en que la distracción calma por un rato… pero la sanación libera para siempre.

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